Entorno turístico de Olite
VIRGEN DEL COLERA
26 DE AGOSTO

CELEBRACIONES | HISTORIA
GALAR
HISTORIA DE LA VIRGEN DEL CÓLERA

Se denomina así la Virgen Inmaculada que preside el altar mayor de la iglesia de los Franciscanos. El motivo de de tal denominación, como es de suponer, se debe a haber liberado a la ciudad (año 1885) del cólera-morbo que causo verdaderos estragos en las localidades vecinas. Durante toda la Edad Media y prácticamente hsata nuestro siglo, la peste era el peor azote de los pueblos, segando sin piedad la vida de gran parte de las poblaciones.
Olite no fue excepción. Ya hemos visto en otros apartados los estragos cau-sados en la Edad Media. Centrados en el siglo pasado, las más importantes fue-ron las de los años 1834 y 1855, que cobraron, respectivamente, 284 y 218 vi­llas, siendo muchos los dfas que murieron hasta 15 personas.
Desgraciadamente, no existían los remedios actuales, viéndose impotente la medicina para luchar contra estas plagas. No quedaba otro remedio que rezar y confiar en el poder de los santos. Tanto las autoridades del reino como las loca­les, extremaban las precauciones para impedir el contagio y que consiguiese prenetrar en las jurisdicciones de los pueblos.
A este respecto conocemos las disposiciones del concejo de Olite del año 1599, en que la mortandad se cebo en Puente la Reina, Estella, Pamplona y otros lugares. Olite se vio libre de tal calamidad, pero tuvo que poner en práctica todo lo ordenado por las autoridades.
Por ser cabeza de merindad, recibía de Pamplona aviso del peligro que se avecinaba, debiendo comunicarlo a todos los pueblos del distrito. En el aviso de 1599 puede leerse «que ningún vecino, ni morador, ni habitante en la dicha villa sea osado de acoger a nadie de fuera de la villa sin licencia de los regidores y al­calde, so pena de 10 ducados y que asi mismo no sean osados de acoger a nadie por puertas falsas ni por murales, so la misma pena».
El 30 de abril del mismo ano, temiendo verse contagiados, pensaron en la conveniencia de cerrar las puertas de la villa y no dejar abierta más que una. Después de escuchar el parecer de los regidores, se acordó dejar abierta unicamente la llamada Portal de Falces, debidamente custodiada por dos guardas 29.
Para percatarnos de la gravedad de estas disposiciones referentes a la peste y el cuidado exigido en su cumplimiento, leamos el caso siguiente acaecido duran­te estas fechas y el dictamen que pronuncio el concejo: «Estando Garcia de Zabalza y Jeronimo Martínez, de guardas del portal que llaman de Falces, vieron llegar a la cruz del muro de dicho portal, entre tres y cuatro horas de la tarde, dos hombres montados a caballo que se pararon junto a la dicha cruz y preguntaron a dichos guardas que si vivía en el dicho lugar el licenciado Aznar, maes­tro de Gramática. Estos respondieron que vivía en la plaza y que entendían estaba en la casa de San Antonio de la villa que esta extramuros de ella. Idos alii vieron al dicho licenciado Aznar, que salió a la puerta de dicha casa, y llegados a él se hablaron a distancia más de un cuarto de hora y casi juntos y después se fueron los dos hombres de a caballo hacia el camino de Beire, y confeso y dijo uno de ellos-ser Portillo el de Cintruenigo, pero a los señores alcalde y jurados les consta por confesión a ellos hecha por Pedro Bernegal y Anton Bernegal, ser los dichos de a caballo vecinos de Estella y que el dicho Portillo tiene un hijo en esta villa y en casa y compañía del susodicho Aznar con el cual hablo y dio cierta ropa y dinero. El dicho Portillo dijo haber escondido la ropa en un pajar de Julio Azpilicueta y Jaureguizar para meterla disimuladamente en la dicha villa y casa del Señor Licenciado Aznar. El alcalde y jurados acordaron y mandaron, que, porque los dichos señores de a caballo dijeron ser de Cintruenigo y el hijo de uno de ellos declara ser de la ciudad de Estella, y que, por tanto, han contravenido el auto acordado y pregonado en la dicha villa, plaza y cantones de ella, que decía que ninguno se comunicase con vecinos de la ciudad de Estella y villa de Puente la Reina, que el dicho licenciado Aznar y el dicho estudiante, hijo de Portillo, tengan por residencia la casa y ermita de Santa Brígida, que está en los términos de la villa y no salgan de los limites de ella so pena de 200 ducados aplicados para la cámara y fisco de su majestad y hallado el fardel de ropa que se ha dado al dicho muchacho se queme con la asistencia de Baltasar de Huarte y Ant6n de Esteban, regidores. Después acordaron poner al licen­ciado Aznar y su estudiante para que no se traten ni se comuniquen con nadie». (Hay que aclarar que el estudiante Portillo murió a los pocos días y el cadáver fue trasladado a Estella) 30.
La peste de 1834. En la primera mitad del siglo XIX, y quizás por las pre-carias condiciones de vida ocasionadas por las guerras y todas las secuelas que ellas acarrearon, fueron continuos los brotes de peste en distintas partes de la Península. Sirva de botón de muestra las de los años 1801, 1819, 1832 y 1833. En Olite se hicieron diversas rogativas, encargadas por la ciudad y obispado de Pamplona a requerimiento del gobierno, para evitar la propagación.
En 1834, el cólera-morbo hizo su aparición en varios pueblos de Navarra, localizándose en Corella el punto de mayor virulencia. Olite puso toda clase de medios para impedir su entrada, y aunque ni el obispo ni el gobierno dispusieron cosa alguna al efecto, la Junta de Sanidad de la villa orden se hiciera guardia en los portales de entrada. Se invito a participar en estos trabajos a eclesiásticos y religiosos de San Francisco, lo mismo que a otras personas seglares. Estas guardias duraban las 24 horas del día. Finalmente, cuando el peligro se hacía más inminente orden el prelado que se hiciesen rogativas los domingos.
Según corrían los días, la peste avanzaba por Navarra y los vecinos de Olite, se sentían inquietos, razón por la que el Cabildo organizo rogativas, invitando a participar al Ayuntamiento. El dia uno de septiembre se canto una misa en San Pedro y el dos otra en Santa María. Todos los días se rezaba el rosario por las calles. Las misas daban comienzo a las seis de la mañana y el rosario al anoche-cer, asistiendo algunos regidores con golilla. El día 13 did comienzo en la iglesia de Santa María la Novena del Santo Cristo.
Primera víctima. El 14 de septiembre, Exaltación de la Santa Cruz murió Joaquina la de Pinos, y a esta primera víctima siguieron muchísimos más. Quizás nunca los vecinos de Olite hayan asistido tan masivamente y con tanta devoción a la novena del Santo Cristo, como en esta año de 1834. Sin embargo, la peste no cesar y en menos de un mes fallecieron más de 150 personas. El cabil­do, una vez concluida la acostumbrada novena de la Cruz, se reunid con el Ayuntamiento en la iglesia de San Francisco, determinando celebrar el dia 3 de octubre, a las seis de la tarde una procesión llevando en ella a la patrona de la ciudad, la Virgen Inmaculada. La procesión se dirigió a la iglesia de San Pedro, mientras el chantre de la misma entonaba la letanía de la Virgen una y otra vez. Los vecinos asistieron con hachas encendidas.
Al día siguiente, el alcalde y regidores suplicaron al cabildo que siguiera haciendo rogativas. Este contesto que tenia gran confianza en que con las suplicas que se habían hecho a Nuestra Señora Inmaculada «seamos socorridos en el momento oportuno», sin embargo, por mas obligarle, puesto que al dia siguien­te era la festividad del Santo Rosario, se haría lo siguiente: procesión con la imagen de la Virgen del Rosario y a la terminación misa solemne con sermón del padre franciscano Fray Anton Yoldo, salve y preces. Por la tarde se cantaría el rosario en las dos parroquias. La ciudad invito al vecindario por bando, asistiendo el Ayuntamiento de golilla.
Después de estas procesiones empezó a disminuir la peste y solo los que es-taban con ella dejaron de existir.
El domingo 26 de octubre, reunido todo el cabildo en la iglesia de San Pe­dro, se celebro una misa de acción de gracias y al final se entono un Te Deum. Surgió un pequeño contratiempo con el Ayuntamiento, que no quiso asistir ni publicar bando, porque él deseaba hacer una procesión con la imagen de la Vir­gen Inmaculada.
Tan pronto dio comienzo el cólera, los campaneros dejaron de tocar en la agonía y en las exequias, «para evitar la impresión que haría en los ánimos que podía disponerlos mas fácilmente a contraer la enfermedad». Los cadáveres eran conducidos al camposanto desde la misma casa, acompañándolos un beneficiado si era de día, e incluso sin acompañamiento en los días de mayor virulencia. El dia 26 de octubre comenzó la normalidad en los entierros.
Es curioso constatar que durante la peste enfermaron los vicarios de San Pe­dro y Santa María. Les sustituyeron, día y noche, dos padres franciscanos en la administración de los sacramentos. Durante el tiempo del cólera dieron los vica­rios facultad a todos los beneficiados sacerdotes para administrar los sacramen­tos, facultad que se hizo extensiva a los religiosos del convento. Llego un mo­mento que hasta los beneficiados no sacerdotes se vieron obligados a asistir a los moribundos, por ser muchos los que estaban enfermos y en peligro.
Otro tanto podríamos contar de la peste del año 1855, pero por razón de brevedad lo omitimos.
Ano 1885. La fecha que quedo grabada en los corazones de todos los olitenses fue la del año 1885, no por las desastrosas consecuencias del cólera morbo, que cubrieron de dolor a muchísimas gentes de pueblos vecinos, sino por haber-se visto libres de ella gracias a la palpable intervención de la Virgen Inmaculada, patrona de la ciudad.
El Ayuntamiento, como lo había hecho tantas veces, acudi6 a buscar remedio en la intervención divina. El dia 24 de julio se acord6 hacer rogativas en la parroquia de San Pedro durante los dias 25, 26 y. 27. Pero como el peligro no se alejaba, y en numerosos pueblos de la comarca la peste diezmaba la población,
Decidieron los responsables de Olite intensificar la oración publica con una novena a San Roque, en la iglesia de San Francisco, del 8 al 16 de agosto. Al persistir la amenaza, el Ayuntamiento insistió en hacer una novena a la Virgen Purísima, del 17 al 25 de agosto. La ciudad correría con el gasto de la luminaria, incluso con las velas de la araña, que se encendería todas las noches. La gente oro con fervor, se frecuentaban los sacramentos y se hacían promesas. Muchos hicieron testamento. Por fin, el Ayuntamiento ordeno celebrar el día 26 una procesión con la imagen de la Purísima. El sermón fue encomendado a fray José Ja­vier de Ortuzar. Al acto de la novena solemne fueron admitidas las personas mayores de 12 anos. En la ermita de Santa Brígida se preparo una especie de lazareto por si era necesario cerrando las puertas de la ciudad a cal y canto.
Cuántas veces hemos oído contar a nuestros padres, o incluso a nuestros abuelos, la frase que pronuncio el predicador en el sermón del día 26, «el cólera no entrara en Olite!». El pueblo que of a al P. Ortuzar respiro con el anuncio. De hecho, la epidemia se detuvo a las puertas.
El alcalde, don Galo Azcarate, en nombre de todos los olitenses hizo en la iglesia, delante de la Virgen, la promesa de celebrar fiesta todos los anos el 26 de agosto en honor de la Purísima, y año tras año, todos los vecinos de Olite evocan con esplendor aquella fecha inolvidable, un tanto extraña para los forasteros, bautizada con el nombre de «Virgen del Cólera».

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